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La final perfecta: de la pizarra al césped

26/5/2013

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[ publicado en ProtagonistasDelJuego.com ]

En la final de la Champions femenina en Stamford Bridge hubo sitio para la gran sorpresa de ver caer al Olympique de Lyon porque, justamente, se provocó que sobre el césped londinense no hubiera nada que se saliera del guión. Es lo que quiso el Wolfsburg de Ralf Kellermann, plantado atrás lleno de orden y convicción, y es lo que concedió un impotente OL, calculador y seguro de sí mismo al principio, y nervioso e inexperto cuando se vio contra las cuerdas al final.

Todas las posibilidades ofensivas del OL –las infinitas: por dentro, por fuera, en largo, en corto– tuvieron respuesta alemana, a pesar de las bajas y a pesar de los sustos que no pudieron evitar. Asumiendo la dosis de descontrol que un entrenador no tiene más remedio que aceptar, pero condicionándolo para sufrir poco, el Wolfsburg completó un partido prácticamente perfecto. En lo táctico. En lo emocional. Y en lo físico. Lo planteado en la pizarra se trasladó al césped con éxito. Menudo éxito...

La suerte de haber tenido un plan ganador durante más de tres años terminó por ser una desgracia para el OL, que no supo salirse de sus amplios márgenes para sorprender. Como siempre, el rival se adaptó a él. Y Patrice Lair esperó a activar los planes alternativos y terminó dudando. Cuando el A no funcionó, sacó el B. Cuando el B tampoco, provocó el C. Se olvidó de mejorar el A, o de darle continuidad con cambios extraños. Y acabó desesperado, traicionando sus conceptos desde el estrés del banquillo.

La estrategia de Ralf Kellermann se trazó, sobre todo, sobre cuatro ejes que dieron sentido a una propuesta reactiva pero llena de iniciativa. Y de mucho juego emocional, invisible condicionante táctico de todo un plan que salió a la perfección. Con menos balón, pero casi desde el principio se jugó a lo que quisieron las alemanas. El Olympique atacó. Sí. Y bastante.. Pero lo hizo en peores situaciones que habitualmente. Por mérito de las lobas, que, de tan intensas y compactas, asustaron a su rival desde el comienzo.
Proteger a Popp
La primera inquietud era cómo tapar el agujero que podía ser Alexandra Popp defendiendo la banda izquierda, reciclada en el lateral. Además de tener una sombra en la central Hartmann, a disposición para rescatarla con coberturas, Müller llenó de ayudas a Popp (imagen 1). La veterana bajó con o sin incorporaciones de Franco para, entre las tres, secar a Thomis, que hasta el parcial del 45 al 60 no empezó a aparecer de verdad. Aún siendo más rápida, la extremo francesa apenas buscó salir por fuera. Donde encontró escapatoria fue con diagonales hacia dentro en la segunda parte (imagen 2), y gracias a la distracción que suponía tener a Dickenmann por el otro lado, mucho más vertical y profunda que Rapinoe en el primer tiempo. Estirado el Wolfsburg, Thomis encontró los espacios que necesita para cabalgar a placer. Aún así, el Wolfsburg –y con él, otra vez Popp– consiguió resistir esa tromba de ataques para volver a jugar sereno y ordenado, como había hecho en los primeros minutos, cuando ni siquiera apareciendo en los pasillos interiores encontraba Thomis la superioridad, gracias al esfuerzo de Müller y Goessling en zona tres cuartos (imagen 3).
Aislar a Lotta Schelin
Otro punto básico en el plan de Kellerman era bloquear la participación de Lotta Schelin, referencia de todo arriba en este OL. La delantera sueca empezó recibiendo entre líneas como suele, pero estuvo bloqueada por Goessling, primer filtro para evitar el desgaste de las centrales alemanas. Si, a pesar de todo y gracias a la luz que siempre fue Abily con balón, las francesas consiguieron conectar con Schelin sin la intimidación de las pivotes rivales, fue con menos calidad y verticalidad de la esperada. La '8' tuvo que devolver a menudo de cara (imagen 1), incapaz de darle balones a Rapinoe para que se los pusiera a remate. Como acostumbra, Schelin encontró sus sensaciones con los desmarques diagonales, tan ligeros y silenciosos. Tan punzantes. Pero, sorprendentemente, demasiado lejos de área para poder ser decisivos en el disparo (imagen 2). En otros casos fueron excesivamente abiertos, donde Wolfsburg la ahogó, censurándole el centro (imagen 3). Estuvo siempre incómoda, siempre marcada. Y cuando no, topó con Vetterlein.
Ahogar al OL por dentro
Fue inevitable conceder el dominio en la posesión al OL (ya se preveía), pero Wolfsburg consiguió mandar en la posición. Permitió cierto peso de las laterales francesas, responsables de estirar el medio campo alemán para abrirlo, buscando el hueco por dentro. Aún así, el repliegue en 4-5-1 de las chicas de Kellermann fue siempre excelente y permitió rodear a Henry, Abily y Nécib (imagen 1), separándolas de sus principales puntos de desahogo (Schelin o los carriles exteriores). De hecho, Nécib (teórica mediapunta) tuvo que bajar muchísimo –hasta su propio campo, de hecho– para encontrar balón, para jugarlo, para tocarlo. La consecuencia fue una circulación lenta, casi estéril (imagen 2). El riesgo de pérdida (y consecuente contragolpe veloz del Wolfsburg) era tan alto que el OL terminó chutando a puerta desde fuera del área. E incluso más lejos (imagen 3). La obsesión por finalizar jugadas sirvió para que las francesas se ahorraran transiciones delicadas, pero les robó, de paso, parte de su poder de aplastamiento. El OL no pudo terminar de ser ese puñal que ahoga, que encierra al adversario. Esa máquina que venía atropellándolo todo. Sólo pudo ser un excelente equipo que se buscaba a sí mismo entre el esfuerzo alemán (imagen 4) por todos los rincones del campo. Los cambios del tramo final de partido, metiendo a Le Sommer por Abily y quitando a Dickenmann lo confirmaron.
Atacar sin complejos
El Wolfsburg, empujado por su brillante doble pivote, no tuvo miedo en ninguna transición defensa-ataque. Sabía que tendría más bien pocas ocasiones pero tenía claro que esas llegadas no podían ser aisladas. Que había que vaciarse para ir hacia adelante (imagen 1). Kessler, Jakabfi y Goessling lo entendieron desde el principio, y fueron un muelle que recogía y se estiraba durante todo el partido. A su favor, además, tenían esa ligera sensación de fragilidad que deja el Olympique cuando no domina del todo, como sucedió en Londres. Renard y Georges, siendo excelentes, sufren posicionalmente cuando una delantera les busca las espaldas. Y Pohlers esperó a que Goessling o Kessler dividieran, sacaran una central de sitio para caer a su zona (imagen 2). Lo hizo magistralmente, sincronizada a la perfección con Jakabfi (lista para caer al otro lado, para compensar el ímpetu de sus pivotes y para calcular la pérdida). El Wolfsburg supo sufrir y tuvo en sus botas, incluso, un par de goles para evitarse el suspense final. Pero, sobre todo y entre tanto trabajo defensivo, tuvo esa capacidad única de estar fresca atacar muy bien.

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